ADIÓS, MÍSTER BERLANGA
Este sábado de otoño se ha ido un hombre que inventó un género, una forma de entender la vida a través del cine, un arte en el que él era un genio de la espontaneidad y de la independencia.
Fue discutidor no agresivo, libertario que quería acabar como libertino, inconformista y burgués, y nunca le gustó ningún poder ni ningún gobierno. Amante de la improvisación en su obra, en la que reflejaba su carácter mediterráneo obsesionado por la sensualidad, Berlanga era misógino y enamoradísimo, y su fama de erotómano la traducía a un fetichismo que se dejaba ver en todas sus películas como otro retrato de los deseos sexuales más ocultos que habitan en nuestra mente.
De "Bienvenido Míster Marshall" a "Plácido", de "Los jueves, milagro" a "Calabuch", de "La vaquilla" a "París-Tombuctú", Berlanga era un poeta visual descarnado y radical pero que hablaba del absurdo de la vida con humor y piedad; siempre se refería a su cine como "la historia de un fracaso", porque siempre quiso hacer otra película distinta a la que le acababa saliendo. Pero de sus incuestionables obras maestras, "El Verdugo" era la preferida de su filmografía: una trama de humor negro con salsa de melancólica ternura en la que contó como co-guionista con Rafael Azcona, su alter ego creativo durante décadas.
Llevaba tres años alejado de la vida pública y ocho sin ponerse detrás de la cámara, pero hace un año, avanzada ya su enfermedad, Berlanga dijo sí a un proyecto para ser la cara de la campaña "Pastillas contra el dolor ajeno", de Médicos Sin Fronteras; y lo hizo abriendo las puertas de la intimidad de su casa, junto a la mujer que lo cuidaba y con la presencia de su nieto. Y así, con la mirada clara del hombre bueno, egoísta y sentimental, entre tierna y sabia, y por una buena causa, Berlanga miró por última vez a la cámara.
Solitario y pesimista con la posteridad, tímido y retraído, extravagante al que le gustó pasar desapercibido, una de las últimas cosas que quiso hacer Luis García Berlanga fue comerse un pincho de tortilla.
El cineasta valenciano se ha muerto "de mayor" y tranquilamente, enfermo de Alzheimer, convertido en rey de un imperio, el suyo, aunque seguro que él hubiera preferido serlo del imperio "austro-húngaro"…
Lorenzo López Carrillo
sábado, 13 noviembre 2010