Steve Jobs era mucho más que el consejero delegado: era el alma de Apple. Sin licenciatura universitaria alguna, pero dotado de una capacidad emprendedora sin igual, consiguió identificar la marca con su persona y nunca antes una empresa estuvo tan asociada a su primer ejecutivo como el gigante tecnológico de la manzana. Su contribución al mundo tecnológico le convierte en uno de los grandes innovadores de los últimos 75 años, en un transformador de la industria del consumo solamente con tres de los gadgets tecnológicos más exitosos de la historia, aparte del ordenador personal...
Aunque Jobs, en realidad, no inventó nada relevante: no fue el que diseñó el primer PC, ni el iPod fue el primer reproductor musical MP3, ni el iPhone fue el primer móvil con pantalla táctil. Empresas como IBM, Microsoft, Creative o HTC se le adelantaron. Pero ninguna de ellas tuvieron, ni de lejos, la visión del impulsor de Apple para conjuntar los distintos avances tecnológicos y empaquetarlos en carcasas mágicas, para crear máquinas fáciles e intuitivas de usar. Tal vez uno de los logros más impresionantes de Jobs y sus socios de Apple se resuma en ser los primeros en desterrar los manuales de instrucciones de sus equipos...
El "Thomas Edison" del siglo veintiuno hizo del ordenador un artilugio simple de usar, cambió la manera de hacer negocio con la música a través de Internet y lanzó la telefonía móvil en otra dimensión. Era una especie de rey Midas moderno que sólo cobraba un dólar simbólico al año, y convirtió en oro casi todo lo que tocó.
El cofundador y el presidente de Apple murió anoche, miércoles 5, en California, a los 56 años de edad, víctima del cáncer de páncreas que padecía desde 2004.
Cuando, durante un chequeo rutinario, los médicos le descubrieron un tumor en el páncreas, puso este asunto bajo su control y Job dijo no, que no se operaría y buscaría otra alternativa, quizá de medicina holística. Mientras decidía qué hacer mantuvo una dieta especial. Pero las cosas no funcionaron, y nueve meses después, acabó operándose en el hospital universitario de Stanford, en San Francisco.
Aunque la intervención fue un éxito, y Jobs reapareció en público aparentemente recuperado, la enfermedad no estaba vencida. Su aspecto empeoró alarmantemente a finales de 2008 y en enero de 2009 fue sometido a un trasplante de hígado en un hospital de Tennessee. De nuevo empleó sólo unos meses en recuperarse, pero su salud volvió a deteriorarse a mediados del año pasado. La enfermedad, al contrario que su trabajo, escapaba a su control...
Budista, vegetariano -aunque también comía pescado-, con fama de autoritario e intratable, casado y padre de cuatro hijos, Jobs estuvo marcado desde el principio por un destino especial.
Nacido en San Francisco, California, el 24 de febrero de 1955, sus padres, dos jóvenes licenciados de la Universidad de Wisconsin (ella, Joanne Carole Schieble, americana; él, Abdulfattah Jandali, sirio), decidieron darlo en adopción. Su madre, según contaría el propio Jobs muchos años después, había localizado a un matrimonio de abogados de buena posición para entregarles a la criatura, pero a última hora lo rechazaron porque querían una niña. Se abrió pasó entonces una solución de urgencia, la de los Jobs, los segundos en la lista de aspirantes al bebé, un matrimonio de San Francisco. No puede decirse que fuera la mejor manera de llegar al mundo, pero el pequeño Steve Paul Jobs tardó en enterarse de estos detalles.
Paul Jobs y su esposa Clara, la pareja que lo crió, eran gente normal de clase obrera, con pocos estudios y pocos recursos, que prometieron gastar sus ahorros en dar al niño una buena educación.
En 1961 la familia se trasladó a Mountain View, una pequeña ciudad en el área de la bahía de San Francisco, al sur de Palo Alto, que empezaba a convertirse en un centro importante de la industria de la electrónica. Allí asistió al colegio Cupertino Middle School y al instituto Homestead H.S., también en Cupertino. A Jobs le interesaban bastante la electrónica y los gadgets, razón que le llevó a unirse a un club llamado "Hewlett-Packard Explorer Club", donde ingenieros de Hewlett-Packard mostraban a los jóvenes sus nuevos productos. Fue allí donde Steve vio su primera computadora, a la edad de 12 años. Quedó tan impresionado que supo de inmediato que él quería trabajar con computadoras.
Inconformista y autodidacta por naturaleza, dejó los estudios a los seis meses de iniciarlos, pero siguió yendo a algunas clases. No faltaba a las de caligrafía, mientras malvivía recuperando latas vacías de Coca-Cola y disfrutando de la caridad de los comedores de los Hare Krishna.
Jobs pertenecía a una generación que se entregó a los ídolos de sus hermanos mayores: devoto de Bob Dylan y de los Beatles, tuvo, años después, una relación con la cantante Joan Baez. A mediados de los 70 viajó a la India en busca de la paz interior. Experimentó con el LSD y volvió convertido al budismo.
Y todo ello sin haber perdido un ápice del talento y el sentido práctico que le llevarían a crear Apple, con la ayuda de su amigo Steve Wozniak, en el garaje de su casa, en 1976 (delante de cuya puerta está posando en la fotografía de abajo, tomada veinte años después, en 1996).
Jobs y Wozniak se habían conocido en 1971, cuando un amigo mutuo, Bill Fernandez, presentó a Wozniak, quien tenía 21 años de edad, a Jobs, entonces de 16 años.
Steve Wozniak, a quien le gustaba que le llamaran Woz, siempre había sentido una gran atracción por la electrónica en general, diseñando desde que era pequeño circuitos en papel para después tratar de optimizarlos al máximo. Dada su afición por la electrónica, Woz "apadrinaba" a otros chicos a los que les gustase el tema, como Bill Fernandez o el mismo Steve Jobs.
Pronto Wozniak empezó a dedicar cada vez más y más tiempo a construir en papel su propia computadora. Tras intentos relativamente infructuosos, finalmente sus esfuerzos dieron como resultado lo que sería la Apple I.
Las características del Apple I eran limitadas por el poco dinero del que disponían Jobs y Wozniak. De hecho, para construir el prototipo, Jobs tuvo que vender su camioneta y Woz su calculadora programable HP.
Al poco tiempo empezaron a recibir pequeños encargos de computadoras que construían ellos mismos con máquinas hechas a mano, llegando a vender unos 200 ejemplares de su máquina Apple I.
Así nació su primera computadora, Apple I, con una visión: popularizar el uso de los ordenadores personales, llevándolos de las oficinas a las casas.
Steve Jobs y Steve Wozniak, con la ayuda de Roland Wayne, diseñaron para su empresa un logo complejo con un hombre debajo de un árbol con un manzana en las manos, que aludía al gran físico Isaac Newton. Pero pronto decidieron simplificarlo y adoptaron como logotipo la manzana arco iris (aunque con los colores en otro orden), diseñada por Rob Janoff, con un mordisco, reemplazada más adelante por una manzana de color brillante. Al parecer el mordisco pretende simbolizar el conocimiento, y también hay quien dice que, como la palabra mordisco en inglés es "bite", el bocado hace un guiño a los "bytes" informáticos.
Otra teoría indica que la manzana es la fruta preferida de Jobs y Wozniak, especialmente de la clase Macintosh, y de ahí que la eligieran como logotipo; y los colores hacían referencia a que este ordenador era uno de los primeros en llevar monitor en color.
Años más tarde fue reemplazada por una manzana de color brillante.
Lo que sí había decidido Jobs mucho antes de seleccionar el logotipo es que su compañía se llamaría "Apple". Su colega Wozniak asegura que nunca le preguntó por qué le gustaba nombre, aunque barajaba dos hipótesis. Por un lado, Jobs había estado trabajando con un grupo de amigos en una granja comunitaria en Oregón, y quizás su contacto con la propia fruta le dio la idea.
Pero también es posible que tuviera un origen musical, ya que Jobs era fan del grupo británico The Beatles, que grababa con el sello discográfico "Apple Records".
En 1977 a Jobs le llegó su primer éxito, con el Apple II, la primera computadora producida en masa para el consumo.
En tan sólo dos años, la facturación de la compañía se multiplicó por quince, de los 7,8 millones de dólares hasta los 117 millones, lo que les convirtió en multimillonarios antes de cumplir los 25 años.
Aupado por el éxito de su Apple II, Jobs obtuvo una gran relevancia pública, siendo portada de Time en 1981. Contaba 26 años y ya era millonario gracias a la exitosa salida a bolsa de la compañía a finales del año anterior. La década de los 80 supuso la entrada de potentes competidores en el mercado de los ordenadores personales, lo que originó las primeras dificultades empresariales.
Su reacción fue innovar: a principios de 1984 su compañía lanzaba el Macintosh 128k, que fue el primer ordenador personal que se comercializó exitosamente que usaba una interfaz gráfica de usuario y un ratón en vez de la línea de comandos. Se puso a la venta exactamente el 24 de enero de 1984, con un microprocesador Motorola 68000 y un precio inalcanzable para la mayoría, pero menor que el de sus predecesores: 2.500 dólares...
El Macintosh marcó el futuro, a pesar de que sus funciones eran limitadas. Para explotar el potencial de la nueva máquina, Jobs necesitaba un buen programa que le diera vida. En ese momento acudió buscando ayuda un joven de su misma edad, Bill Gates, sin saber que con el paso del tiempo se convertiría en su gran rival en Microsoft. Su enemigo entonces era IBM.
Macintosh supuso un antes y un después de la informática e introdujo un cambio radical en la forma en que los usuarios de ordenadores se relacionaban con las máquinas. El Mac incluía dos programas entonces revolucionarios: MacPaint, que permitía "pintar" con el ratón, y MacWrite, el primer procesador de textos en el que lo que el usuario veía en la pantalla era lo que aparecía en el papel. (WYSIWYG o "what you see is what you get" en jerga informática).
El ordenador de Apple era un aparato mucho más sencillo de manejar y entender que el resto de los ordenadores comerciales del momento y muchos creen que sentó las bases para productos posteriores como el sistema operativo Windows. Otras de las ventajas era que el nuevo ordenador de Apple era un aparato más fácil de transportar que sus competidores porque, a pesar de su peso, el disco duro estaba incorporado al monitor y tenía, incluso, un asa para poder moverlo.
El éxito del Mac fue inmediato y logró rápidamente un fiel grupo de seguidores, aunque pronto empezó a acusar la competencia del PC y el sistema operativo Windows. Y es que Jobs tomó una decisión inicial que limitó la expansión de la marca: el software de Apple iría en las máquinas de Apple y no de terceros. Mientras, Microsoft, por entonces sólo fabricante de programas, licenciaba su sistema operativo a todos los clones del PC de IBM y a la propia IBM y su Windows se convertía en el paisaje digital dominante en los escritorios.
El Mac volvió a resurgir a finales de la década de los 90 con la vuelta de Steve Jobs a Apple y el lanzamiento del atractivo iMac en 1998.
27 años después de su llegada al mercado, el Mac sigue batiendo récords de ventas pese a su alto precio en comparación con otras marcas y la caída en las ventas mundiales de computadoras.
Debido al crecimiento de Apple, Jobs contrató a alguien que pensaba era muy talentoso para dirigir la compañía con él. Los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, sus respectivas visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvieron un encontronazo. Cuando ocurrió, la Dirección respaldó al otro.
Después de esos problemas con la cúpula directiva de la empresa que él mismo fundó, fue despedido de "Apple Computer" en 1985. Jobs vendió entonces todas sus acciones, salvo una. Ese mismo año recibía la Medalla Nacional de Tecnología del presidente Ronald Reagan, cerrando con este reconocimiento esta primera etapa como emprendedor.
Años después reconocería que, pese a la amargura del momento, aquel despido fue crucial en su carrera. "Dio paso a la etapa más creativa de mi vida". Una etapa en la que fundó la empresa "Next", se casó con Laurene Powell y dio vida a "Pixar", su incursión en el mundo del cine de animación por ordenador, que cosechó éxitos clamorosos con "Toy Story" o "Buscando a Nemo" y que fue, finalmente, adquirida por Disney.
En un curioso giro del destino, Apple compró NeXT, Jobs regresó en a la compañía, que se encontraba en graves dificultades financieras, y fue su director ejecutivo hasta el pasado 24 de agosto de 2011. La tecnología que desarrollaron en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
Actualmente las cosas van viento en popa para Apple, que en abril pasado superó a su eterno rival, Microsoft, y se colocó como la segunda compañía del mundo por capitalización bursátil, con un valor de 232.000 millones de euros, sólo por detrás del gigante petrolero Exxon.
En su segunda etapa en Apple, Steve Jobs también transformó la industria musical: lanzó el iPod en 2001 y en 2003 la tienda online de música de iTunes, que en siete años vendió más de 10.000 millones de canciones y dominó completamente el negocio de música online, a un precio de 0,99 dólares por canción descargada. Ya en 2009 lograba acaparar el 25% de la venta de música en EE.UU., siendo la mayor tienda musical por volumen de ventas de la historia.
El éxito temprano, y los tremendos enfrentamientos después en el seno de Apple, las dificultades para competir con los sistemas operativos de Microsoft, que ganó inicialmente la partida, forjaron el carácter de Jobs: un tipo trabajador, entregado con pasión a su empresa, acostumbrado a controlar todas las variables de su vida. Buscar el propio camino, seguir los propios criterios, vivir de acuerdo con lo que uno realmente piensa de las cosas, ese era su ideario.
El fallecimiento del cofundador de Apple ha tenido una enorme repercusión en todo el mundo...
...pero en Estados Unidos ha provocado una conmoción similar a la muerte de un presidente.
Una de las primeras personalidades en manifestar públicamente su pesar ha sido Bill Gates, el gran rival de Jobs en la búsqueda de la vanguardia tecnológica.
El fundador de Microsoft ha recordado su primer encuentro con Jobs hace 30 años y ha destacado que ambos han sido competidores, pero también amigos, a lo largo de más de la mitad de sus vidas (tal y como vemos a ambos en una foto de 1991, justo hace ahora veinte años). Más tarde, ha añadido una nota en su blog: "Rara vez alguien impacta tan profundamente. Para aquellos que tuvimos la inmensa suerte de trabajar con él, sabemos que fue todo un honor. Echaré de menos inmensamente a Steve".
Dicen que Jobs no se sentía un mero genio, un gurú cultural, sino un verdadero artista. Su nombre figura en más de un centenar de patentes de la firma y la estética es una de sus mayores preocupaciones. En tiempos criticó a Microsoft duramente, no tanto por la calidad de sus productos como por "su fealdad". En Apple, la belleza ha sido siempre una parte del todo. Al fin y al cabo, no compramos un objeto sólo por su utilidad o su fiabilidad técnica sino por su aspecto, por las sensaciones que suscita en nosotros, y la comunión estética con nuestra forma de pensar.
Como ejemplo, en cuanto al diseño de otro de sus famosos artilugios, el mismo Jobs explicó que cuando se estaba trabajando en el primer iPhone, dijo a sus ingenieros: "El móvil tendrá un solo botón. Arréglenselas". Y tuvo un único botón...
Lo último en llegar, pero no menos revolucionario, ha sido el iPad. Hacía tiempo que los fabricantes estaban pensando en una pantalla alternativa, ni tan grande como la del portátil ni tan pequeña como la del móvil. Apple volvió a adelantarse. Puede que por ahora solo se utilice para leer el periódico en el baño o matar el tiempo en el aeropuerto, pero ya se ha hecho casi imprescindible.
Y en los PC de sobremesa, la belleza ha ido estilizándose desde el Macintosh, uno de los primeros ordenadores personales que llegó a los consumidores, en 1984, hasta el más moderno iMac, un ordenador que sólo consta de teclado y pantalla, que es, permítanmelo decir, el modelo que tengo ahora mismo delante de mí y con el que le hago este pequeño homenaje...
La enfermedad ha truncado la espectacular carrera de Steve Jobs. Para alguien acostumbrado a decidir y a llevar el timón de una gran empresa debió de ser muy duro rendirse a la evidencia de que lo más importante, su salud, fue un tema incontrolable, que se le escapó a sus dotes de intuición, a sus firmes creencias budistas. A todo...
La fidelidad a uno mismo y sus intuiciones conforman la piedra angular en la vida de Steve Jobs. La duda es ahora si la empresa que él fundó podrá mantener su valor añadido, eso que podríamos llamar "la cultura Apple": la fascinación por el diseño, la innovación, la eficacia, esa capacidad visionaria de adelantarse al mercado que sólo parecía tener Steve Jobs...
"Good Job, Steve..."
Lorenzo López Carrillo
La Orotava, Tenerife
6 OCT 2011
A N E X O
El discurso de graduación que Steve Jobs impartió el 12 de junio de 2005 en la Universidad de Stanford está considerado como ejemplo de oratoria, por su estilo pero sobre todo por la carga emocional de su contenido, lleno de humildad, nada que ver con la pomposa presentación a la que recurría en el lanzamiento de cada uno de sus productos tecnológicos. En él habló de la muerte, tras haber sido diagnosticado un año antes con una rara forma de cáncer de páncreas.
"Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más cerca que he estado de una graduación universitaria.
Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a las que sí consideraba interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de Coca-Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos de noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos "serif" y "san serif", de la variación en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales carecerían de la maravillosa tipografía que llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado, porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garaje, transformándose en una compañía de dos mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién había cumplido los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo. Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios, que había dejado caer el testigo cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del Valle [del Silicio, Silicon Valley, California]. No obstante, lentamente comencé a entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener exito fue reemplazada por la iluminación de ser un principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, fundé una compañia llamada NeXT, otra empresa llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por ordenador, "Toy Story", y ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis encontrado. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y no os paréis.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no" varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.
Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era puramente un concepto intelectual: nadie quiere morir; incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite, así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada "The Whole Earth Catalog", una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su equipo publicaron varias ediciones del "The Whole Earth Catalog" y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de la última edición, había una fotografía de una carretera en medio del campo a primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais haciendo dedo si fuérais así de aventureros. El pie de foto decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados".
Gracias"