La sonrisa de la mona CHITA
Ha muerto la mona CHITA... La noticia se conoció hoy, "día de los inocentes", provocando las lógicas reservas e incluso la incredulidad... Pero el caso es que la fiel compañera de TARZÁN, protagonista de las películas de los años 30 y 40, murió el pasado 24 de diciembre en un centro de acogida para primates en Florida, a los 80 años de edad.
La célebre mona, porque para nosotros siempre fue ella, aunque para los anglosajones era Cheetah, él, era un macho chimpancé que la encarnó en cuatro de los filmes clásicos de Tarzán (aunque no el primero ni el último, ya que la famosa acompañante tuvo cerca de una decena de chimpancés que la sustituyeron en rodajes de secuencias de la saga). Lo que sucedió es que a causa de los extranjerismos su pronunciación en español sonaba claramente a femenino, y es aquí que el mundo de habla hispana lo conoció como mona, pero en el mundo anglosajón y, posiblemente en el resto del mundo, se reconoce a este personaje como masculino.
Nosotros no sabíamos nada de todo esto. Nosotros veíamos a Tarzán en taparrabos gritar «¡Chita! ¡Chita! ¡Ankagua!» y salía la "mona" y hacía sus monadas. Ella ponía el contrapunto cómico, pero también sacaba del apuro a su amigo humano, que siempre se metía en líos por culpa de una hembra de su especie, ¡qué cosas...!
Chita murió la víspera de Navidad en la reserva de primates Palm Harbor, Florida, donde el primate pasó sus últimos 50 años. En su página web se puede encontrar un pequeño homenaje que ha elaborado la Fundación, recordando la despedida de “un amigo y un miembro más de su familia”.
Según el relato oficial de su vida, se llamaba Jiggs y había nacido en 1932 en Liberia, de donde se lo trajo su primer propietario, Tony Gentry, bajo la chaqueta en un vuelo de Pan Am. El "personaje" fue añadido por la industria cinematográfica, puesto que no figura en ninguna de las novelas originales de Tarzán escritas por Edgar Rice Burroughs.
Los niños de mi generación, que ya estamos cerca de la cincuentena, nos criamos con Weissmuller haciendo de rey de la selva en "Primera Sesión", los sábados por la tarde en TVE.
A nuestra querida mona el éxito profesional le llegó de la mano de Maureen O'Sullivan en la segunda entrega protagonizada por Johnny Weissmuller, "Tarzán y su compañera" (1934), en el que el título se refería a Jane y no a Chita.
Tras otros tres filmes, su fama estaría asegurada...
Johnny Weissmuller, el campeonísimo nadador de los años 20, fue uno de los mejores nadadores a nivel mundial: ganó cinco medallas de oro olímpicas y una de bronce. Además, ganó 52 campeonatos nacionales estadounidenses y estableció un total de 67 récords mundiales.
Después de su carrera como deportista, se convirtió en el sexto actor en encarnar a Tarzán, papel que interpretó en 12 películas, siendo el Tarzán que más popularidad ha alcanzado en la historia de la caracterización de este personaje.
En 1936, Chita interpretó en “Tarzán escapa” (Tarzan escapes). Luego llegó “Tarzán encuentra un hijo” (Tarzan finds a son) del año 1939. Y ya, por último, Chita también estuvo en 1942 recreando su papel en “La aventura de Tarzán en Nueva York” (Tarzan’s New York adeventure).
En su carrera aparece también el haber interpretado el papel de Chee-Chee, el chimpancé del Doctor Dolittle y haber ganado un premio, el Calabuch, en el Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola de 2006.
Considerado el mono más viejo del mundo por la lista del récord Guinness, Jiggs-Chita ha muerto tras sobrevivir a todo el resto del reparto, incluidos Boy (Johnny Sheffield, fallecido en 2010) y los cientos de porteadores de los safaris diezmados por la terrible tribu de los Gaboni.
Entre los grandes momentos de su vida está el que en su 75 cumpleaños la gran primatóloga Jane Goodall le cantara el Happy Birthday en el idioma natural de los chimpancés de Tanzania. Paralelamente, hubo una campaña para que Chita tuviera merecida huella en el paseo de la Fama de Hollywood.
La mona Chita siempre destacó por su simpatía y obediencia, tanto dentro como fuera de los platós. Inconfundible era su sonrisa con sus labios para fuera. A Chita le encantaba el fútbol y pintar con los dedos: firmaba sus cuadros con brochazos de colores y con la huella dactilar de su dedo índice; luego vendía sus lienzos por 115 euros, que era buena una ayuda para financiar la reserva de Florida donde vivía desde los años sesenta.
Lorenzo López Carrillo
28 DIC 2011